Los acontecimientos sucedidos durante el mes de enero de 1919 en la ciudad de Buenos Aires fueron la resultante de casi veinte años de conciencia obrera y de su fuerza frente a la patronal.
En los Talleres Vasena, la producción metalúrgica no paraba de crecer y las jornadas laborales conocían de inicio pero no de fin. Esto era por demás agobiante si se le agregaban las malas condiciones de salubridad para los más de 2500 obreros. Las demandas por un salario digno, un franco semanal y la regulación de la faena no cedían por parte de los trabajadores y sus representantes. La Federación Obrera Regional Argentina (FORA), referencia de peso en el área sindical, apoyó el reclamo iniciado un mes antes y la huelga se inició en las primeras horas del 10 de enero convirtiéndose, a las pocas horas, en un paro general.
Los gerenciadores no tenían ninguna intención de acceder a los reclamos y confiaban en que todo se resolvería pasado un tiempo, confiaban en sus fuerzas. Sin embargo, la medida de fuerza siguió y los enfrentamientos entre huelguistas y grupos de choque nacionalistas, temerosos de los ecos de la Revolución Rusa, conocidos como Liga Patriótica Argentina o, simplemente, rompehuelgas a sueldo, desataron un caos que escaló con muertos y heridos en media ciudad.
Para cuando las autoridades políticas tomaron cartas en el asunto, las fuerzas policiales, afines a la patronal, estaban fuera de control y la masacre era un hecho. Se calculan cerca de 700 muertos y otros tantos cientos de heridos porque no hubo una cifra oficial. Tampoco hubo sanciones por los excesos de las fuerzas del orden, ni sumarios ni apartamiento de autoridades, más bien se apeló a destacar a los oficiales y a justificar la represión.
Pero la lucha no fue en vano porque se alcanzaron los reclamos exigidos y, desde allí, la lucha de los trabajadores siguió creciendo alcanzando con Perón su máximo esplendor.
Hoy recordamos a los mártires que antes lucharon por nuestros derechos y dieron su vida para defenderlos.
